Un merengue en la puerta de un colegio…

Cuando vives el 99,9 % de tu vida en una dictadura en la que la uniformidad es el pan nuestro de cada día, aunque nunca hayas dicho «dánoslehoy»; te asusta ver situaciones como las que nos trae una parte de la prensa española hoy: una docena de diarios catalanes publican un editorial conjunto, en defensa de la «Dignidad de Cataluña». Mientras  preparaba el café de la mañana, Hildelisa me lo ha leído.

Amén de que los territorios no tienen dignidades, sino que sólo la tienen las personas; creo que la dignidad de los catalanes está más que probada, principalmente en su apertura a lo diferente, en la pluralidad de su sociedad y de su misma cultura regional. Aún así, si es necesaria una defensa, llama la atención que sea la uniformidad quien proclame la realidad de la diversidad catalana. Me hace preguntarme si dentro de esa diversidad (esta sí que «dánoslehoy») caben las voces de los que disientan de la independencia de Cataluña, como país. Supongo que sí, quiero suponer que sí, que la dignidad de la sociedad catalana será capaz de aceptar que en sí misma hay quienes no comparten esa uniformidad informativa de hoy. Esto nos tranquilizaría a Hildelisa y a mí, que no hemos salido de una uniformidad para entrar en otra.

Y, como a Hildelisa siempre le gusta ver un poco más allá, se ha puesto a buscar en la historia de esa porción de la península ibérica (supongo que esta situación geográfica sí que sea aceptada por los independentistas) que es Cataluña. Debió saltarse alguna página al leer, porque en toda la historia de dicho territorio, encontró una sola referencia a que haya sido un estado independiente:

Resulta que en plena II República Española, habiendo ganado las elecciones la «derecha», el 6 de octubre de 1934, Lluís Companys, líder de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), proclamó el Estado Catalán, como una forma de oposición al gobierno español. La cosa duró menos que «un merengue en la puerta de un colegio«. Una intervención militar acabó con la revuelta y Companys fue detenido y encarcelado en un barco atracado en el puerto de Barcelona. El 6 de junio de 1935 fue juzgado en Madrid y condenado por rebelión, a treinta años de reclusión e inhabilitación política absoluta. Luego, con el franquismo, sería fusilado al ser exiliado desde Francia.

Esta es la única ocasión, trágica por la situación política en la que sucedió, en que Cataluña fue Estado dentro de la «República Federal Española». Como una rebeldía al Gobierno Republicano y por este anulada.

Cuando volví a casa, Hildelisa preparaba unos exquisitos merengues.